Conceptual
Beaumont: El muscle car chileno que regresa en versión eléctrica
El Beaumont, muscle car ensamblado en Chile en los 60, revive como un concepto eléctrico minimalista. Con alma de muscle y corazón eléctrico, este prototipo rescata una historia olvidada de la industria automotriz nacional. No apunta al mercado masivo, sino a revivir una memoria de orgullo y capacidad local.

Beaumont, el icónico muscle car ensamblado en Chile, renace como concepto eléctrico: una apuesta que combina herencia, elegancia y modernidad.
Durante décadas, el nombre Beaumont fue apenas un susurro entre fanáticos de los autos clásicos, restauradores apasionados y nostálgicos de una era perdida. Un nombre que sonaba extranjero, elegante y algo exótico. Y lo era. Canadiense en su origen, pero también profundamente chileno: un muscle car de General Motors ensamblado en Arica entre 1962 y 1971, en pleno corazón del desierto.
El Beaumont no era un vehículo utilitario ni un familiar modesto. Era el auto de quienes soñaban con algo distinto. De perfil bajo, sin pilares, tracción trasera y un capó interminable, representaba una bocanada de aire de Detroit en las carreteras polvorientas del norte chileno. Armado por TECNA a partir de kits llegados desde Canadá y EE.UU., combinaba la dureza de Pontiac con la línea estilizada del Chevelle. Versiones como el Canso, el SD Six y el recordado GTA de 1969 marcaron época, destacando por su suavidad de marcha y su agresividad estética.
Sin embargo, su historia fue breve. La apertura de las importaciones y los cambios en el modelo económico terminaron abruptamente con la industria automotriz local. El Beaumont se convirtió en leyenda, en un recuerdo silencioso de lo que Chile alguna vez fue capaz de fabricar.
Hasta ahora.
Contra todo pronóstico, el Beaumont vuelve a rodar. No como una réplica, ni como un homenaje nostálgico, sino como un concepto eléctrico audaz y sobrio. Un pequeño equipo de diseño vinculado a Stellantis decidió rescatar ese espíritu de músculo y elegancia, adaptándolo al siglo XXI. Esta vez, sin rugidos ni humo: solo silencio, torque inmediato y actitud.
El nuevo Beaumont mantiene sus códigos: carrocería de dos puertas, perfil musculoso, capó largo. Pero ahora prescinde de cromados y pantallas excesivas. En su lugar, ofrece un interior minimalista, donde el cuero y el aluminio cepillado rinden homenaje a una era sin estridencias. Un auto donde menos es más.
En su reciente prueba de diseño, un prototipo pintado en Azul Mist recorrió discretamente las calles de Santiago. Sin logos llamativos, casi fantasmagórico, pasó inadvertido para muchos, pero fue reconocido con asombro por quienes conocen su historia: ese auto, alguna vez armado en Arica con fibra de vidrio chilena y alma canadiense, ahora está de regreso.
Puede que el nuevo Beaumont nunca llegue a producción masiva. Puede que solo exista como prototipo. Pero su regreso no busca cuotas de mercado. Busca algo más profundo: recordar que Chile también supo fabricar músculo. Y que quizás, en tiempos de nuevas energías y nuevas historias, pueda volver a hacerlo.
