La renovación de la Clase C fue profunda, pero no hasta el punto de restarle personalidad al modelo. Mercedes respetó la esencia, potenciando virtudes como el performance y la tecnología. Precio de la versión probada US$ 48.000.
Mercedes Benz sabe como inyectarle vida a sus productos. La nueva Clase C, es sin duda uno de los puntales más sólidos de la marca. Debido a sus especiales características de tamaño, tipologías y prestaciones, la Clase C es valorada en todo el mundo y reconocida como uno de los grandes aciertos de Mercedes-Benz.
Fue en junio de 2007 cuando esta nueva generación debutó en nuestro país, trayendo varias novedades bajo el brazo. El diseño cambió completamente, e incluso se establecieron pequeñas diferencias dentro de la misma familia; por ejemplo, en la terminación Elegance la clásica estrella de tres puntas va sobre el capó.
Y en el C200 Avantgarde nada fue dejado al azar. El diseño exterior se muestra clásico e impactante, pero sin que sobre él pesen aquellas influencias vanguardistas que lo único que hacen es arruinar una buena idea.
Lo importante es que en este Mercedes se percibe una fuerte personalidad de marca, potenciada al máximo con la presencia de trazos bien grabados, sutiles soluciones aerodinámicas y, cómo no, con la famosa estrella imponente y vistosa sobre la máscara.
En la vista lateral la carrocería muestra pleno equilibrio, por medio de voladizos cortos, especialmente el frontal, una línea de techo que conserva una suave elevación para generar buen espacio en el habitáculo, y un tercer volumen que oculta buena parte de su generosa capacidad (475 litros).
El interior le hace gala a la marca. Los materiales son los correctos, las terminaciones las esperadas y, en materia de uso, los mandos –pese a ser muchos- una vez que uno se familiariza, se pueden identificar y operar con absoluta eficiencia.
El puesto de manejo es confortable, pero no así la banca trasera. Dicho elemento está penalizado por una preocupante falta de anatomía en el cojín y respaldo, y también por la presencia de un exagerado lomo central en el piso; sería fácil decir que el C200 es un sedán para cuatro pasajeros, pero su homologación internacional dice que puede llevar un ocupante más.
Me impresiona el nivel de refinamiento que ofrece la cabina, dentro de la cual todo está pensado para el agrado de los ocupantes. Ahora bien, por lo mismo me desconcierta que el paquete de regulaciones eléctricas de la butaca del piloto excluya el mando de adaptación lineal, y que el freno de estacionamiento se opere con el pie, él que resulta un tanto incómodo de operar para personas de estatura alta. A este nivel, el usuario espera al menos un freno eléctrico; hay modelos menos costosos que lo incluyen.
La Clase C es una de las más amplias que ofrece Mercedes-Benz: están disponibles tres formatos de carrocería, cuatro motores y varios niveles de terminación y equipamiento. Classic, Avantgarde y Elegance, son los grados de equipamiento definidos.
Y dentro de este amplio abanico se encuentra el C200 Kompressor Avantgarde, un sedán impulsado por una planta motriz a gasolina de 1,8 litro y 184 caballos a 5.500 revoluciones. Posee tracción trasera, y la transmisión está a cargo de una caja automática secuencial de cinco velocidades.
Con respecto al desempeño de la planta motriz, es importante destacar el hecho de que con menos de 200 caballos está plenamente capacitada para mover los 1.555 kilos que se registran cuando el coche está listo para la marcha; recordemos que el peso en vacío y el de orden de marcha son muy diferentes. Pero la máquina no sólo carga con el lastre, sino que lo hace con bastante agilidad, permitiéndonos alcanzar los 100 km/h en 8,6 segundos, y llevándonos a una velocidad que supera los 230 km/h.
La transmisión, por medio de la electrónica, se convierte en una incondicional asociada en el logro de inmejorables reacciones en carretera y de un suave andar urbano. Lo primero se consigue por medio de la opción “Sport” unido al modo secuencial, ya que bajo esa combinación el desarrollo de las marchas se acorta y, por ende, el motor se puede llevar más al límite de sus propias capacidades.
Para enfrentar el manejo urbano sólo basta con dejar la transmisión en “D”, y con el modo “Sport” desconectado; en estos parámetros la caja se tornará suave, progresiva, y los desarrollos se alargarán con el propósito de privilegiar el confort. Otro beneficio que se obtiene de esta combinación, es reducir el consumo de gasolina.
La suspensión es muy suave, pero no tan resistente como para hacernos olvidar que hay baches en el camino; tengamos en cuenta que se trata de una calibración alemana, por lo que los “cráteres lunares” no están considerados. En asfalto de mediana calidad sus cualidades ya destacan, y es que ambos trenes fueron diseñados para maximizar la sensación de agrado y para permitirnos enfrentar las curvas a alta velocidad.
El conjunto plataforma, suspensión y dirección es tan preciso como una cortadora láser, y por más que intentemos despeinar a este caballero teutón, no lograremos hacerle perder la compostura; ahora bien, la electrónica asume buena parte de dicha eficiencia.
Pero sin darle más vueltas al asunto, diremos que este Mercedes falla en algo ajeno a los datos numéricos: en la emoción conductiva. Así es, por más que pisemos el acelerador, interactuemos con la caja, giremos el volante y apliquemos freno en plena curva, el corazón no latirá más fuerte, ni surgirán los brotes de adrenalina.
Todo es demasiado correcto, perfecto y eficiente, lo que es bueno sin duda, pero no hubiera estado demás dotar a este coche de un poco de sabor, de ese mismo gustillo que dejan en el paladar varios de sus rivales directos e incluso algunos ejemplares de menor linaje. Precio de la versión probada US$ 48.000.
Fuente: Por Raúl Farías, Destacados News